El diseño curricular
Fundamentado en los puntos anteriores, el currículo contribuye para transmitir, difundir y producir un conocimiento bíblico-teológico acorde con el momento histórico actual, tanto nacional como internacional mediante el cual los estudiantes están en la capacidad de desempeñarse en sus distintas comunidades en forma relevante.
El currículo debe entenderse como un proceso de construcción permanente. A través del currículo se hace posible fortalecer la reflexión, la crítica, la apropiación de conocimientos teóricos que dinamicen las prácticas teológicas y permitan la transformación individual de quien aprende, así como la transformación social con base en la identificación de problemas, necesidades y la participación de las comunidades dando lugar a la integración de distintos saberes.
El currículo es, en otras palabras, el ser y deber ser de toda institución educativa, ya que a través de él se da la coherencia necesaria entre la teoría y la práctica, entre el pensar, el sentir y el actuar, así como la relación entre la institución y el contexto del cual hace parte.
El currículo del SBMC tiene las siguientes características:
Dinámico: el conocimiento se comprende como un sistema abierto, en constante evolución, cambio, reconfirmación y crítica permanente, que debe relacionarse con los problemas propios de su área del saber desde una perspectiva interdisciplinaria.
Flexible: los estudiantes tendrán mayores oportunidades de formación y diferentes medios para lograrla, pudiendo integrar sus conocimientos teológicos en torno a los problemas sociales, políticos y culturales del siglo XXI a partir del fortalecimiento de estrategias de autoformación que incluyan una autoevaluación de su proceso de desarrollo formativo. Lo anterior, con base en una pedagogía flexible, centrada en problemas que le permita tanto a los docentes como a los estudiantes dar cuenta de las relaciones posibles entre teología, sociedad, arte y humanidades, entre otras.
Pertinente: la acción formativa está basada en la búsqueda de respuestas a las necesidades históricas y sociales de la época, en ese sentido su pertinencia radica en el grado de contextualización que tenga el quehacer teológico en el marco de la realidad colombiana y latinoamericana, así como global. El currículo debe proveer al estudiante las herramientas cognoscitivas necesarias para que éste tenga una mirada crítica de la realidad y sea capaz de diseñar nuevos métodos y estrategias que ayuden a la transformación de esta.
Crítico e interdisciplinario: el currículo le permitirá al estudiante generar procesos de reelaboración y reproducción del saber bíblico-teológico-pastoral de tal forma que sea capaz de formularse preguntas relevantes el interior de dicho conocimiento que originen el planteamiento de respuestas originales a los problemas encontrados. Para ello es importante formar no sólo una actitud crítica sino una mirada integral de la realidad, en relación con otras disciplinas, es decir, que se debe fomentar el espíritu crítico en un marco de conocimiento interdisciplinario.
Práctico: el currículo ofrece la posibilidad de integrar la dimensión teórica con la dimensión práctica, es decir, que los estudiantes cuentan con los recursos y habilidades necesarias para vincular los conocimientos obtenidos a lo largo del proceso formativo con el contexto eclesial, nacional, regional e internacional. Como se ha mencionado anteriormente, desde la perspectiva de la tradición anabautista la comunidad es el espacio donde se expresa la práctica de vida, compromiso y de seguimiento a Jesucristo.